Fernando Llorente llegó al Sevilla Fútbol Club tras muchas insistencias de Monchi, director deportivo, y Unai Emery. Buscaban el delantero que no tenían y encontraron a Llorente, no tuvieron dudas. Su llegada fue esperada y con ilusión por parte de todo el sevillismo. Llegaba al club un goleador. Llorente regresó a España con ganas de anotar y demostrar en el conjunto nervionense.
Toda la expectativa y esperanza puesta en el delantero han ido disminuyendo con el transcurso de la temporada. Llorente no ha logrado adaptarse al juego del técnico sevillista ni dar lo que con tanta insistencia el club esperaba de él. El Sevilla de Unai Emery parece que a Llorente le viene grande. El juego del delantero no termina de encajar en la fórmula sevillista y cada día hay más distancia.
Parece que el delantero no acaba de adaptarse y no consigue deshacerse del miedo y el nerviosismo cuando viste de rojiblanco y pisa el terreno de juego. No logra tener la seguridad en sus botas. El que demostró ser siempre un goleador preocupa al Sevilla. El estado físico del jugador no es el problema. El riojano no ha dejado de trabajar hasta en días de descanso, reafirmando así su compromiso con el club. Todo ese trabajo no se deja ver en el césped y eso es lo que preocupa. Cuando el técnico sevillista le da la oportunidad, Llorente no consigue adaptarse al juego del Unai, no logra sacar sus dotes de guerrero. Todos en el equipo esperan ver al Llorente goleador. El jugador ha tenidos predisposición y tiene materia prima. Asegura que nunca ha bajado los brazos con el Sevilla. Sabe que no ha rendido como debió hacerlo y no está satisfecho con su trabajo.
Aun así, cree que “el partido de San Mamés será una buena prueba para la final”.